¿Qué tiene la lámpara de tu salón para que las polillas lo flipen tanto? ¿Por qué cuando estás de acampada y enciendes la luz en la tienda comienzan a aparecer bichos? ¿Por qué cuando se te cuela un insecto volador en verano se dedica a dar vueltas al rededor de la lámpara? Que a los bichos les atrae la luz es sabido por todos, pero... ¿Por qué? ¿Qué tiene la luz para ser tan especial? Resulta que todos estas preguntas tienen una respuesta común: Epilepsia.
Bichos y luz |
Los bichos, como casi todo ser vivo del reino animal, tienen sistema nervioso. Y en concreto el suyo está preparado para captar ligeros estímulos de luz, ya que muchos son de vida nocturna y les interesa ser capaz de orientarse y reconocer a sus compañeros. Sin embargo, cuando ese sistema nervioso se sobre-excita obtenemos una sobrecarga de información en el cerebro que acaba provocando un cortocircuito.
Y ahí es donde entramos nosotros (no íbamos a meter la pata solo con las plantas hombre) con nuestras luces bien potentes, porque aunque en invierno a las 7 ya sea de noche, nosotros queremos seguir viendo y haciendo cosas. Y ahí están los pobres bichos, volando tranquilamente hasta que un estímulo luminoso descabelladamente atractivo entra en su campo visual, y su cerebro se sobrecarga, dejando al pobre animal dando vueltas al rededor de una bombilla (que es el equivalente a dejar a un epiléptico convulsionando en el suelo).
Esto (además de para fastidiarte las noches de verano huyendo de los mosquitos) sirve a los entomólogos para capturarlos (es mucho más bizarro si te lo imaginas al revés: un epiléptico en el suelo convulsionando y un mosquito con un cazamariposas esperando al acecho).
Por suerte, como pasa con la epilepsia, la enfermedad en sí no es dolorosa, se tiene una crisis y mientras el afectado no se golpee al caer no "corre" riesgo. Por supuesto en este caso da igual, porque el epiléptico no será trinchado con un alfiler para formar parte de una colección.
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