Voy a ser honesta: estoy... un poquito cansada de esta plataforma, básicamente porque me da más problemas a la hora de escribir que otra cosa, y además no me gusta la dinámica que he cogido esta vez con el blog básicamente porque obligarme a escribir al principio era guay, hace que vayas cogiendo soltura, pero ahora mismo es literalmente obligarme a escribir y no mola. Así que me he cansado, me mudo, bueno, nos mudamos (si queréis) a esta otra plataforma con la que parece que me apaño algo mejor --> Link por aquí . La idea es dejar de subir obligada, básicamente porque tengo otras obligaciones, pero tampoco quiero olvidarme del blog. Intentaré subir un artículo a la semana si puedo, y los días que descubra cosas interesantes, quizá más. Pero para que todo esto no resulte tan marciano y os perdáis, en el blog al que me mudo podéis suscribiros por correo para que os llegue cuando subo algo.
Hoy vengo a hablar de bacterias otra vez. Ya vimos que nuestros intestinos están plagados de todo tipo de vida, y que podemos cambiar esa microbiota con cosas tan horribles como un trasplante fecal, pero... ¿Podemos hacer variar esa microbiota? Colonia de Clostridium difficile Pues es curioso, pero se ha demostrado que los niños que salen por cesárea, al no tener un contacto directo con toda la vía que implica el parto vaginal, también tienen una microbiota distinta, dando como resultado una microbiota más parecida a la de la piel de la madre; mientras que los niños nacidos por parto vaginal tienen una microbiota más similar a la de la vagina de la madre. Así podemos ver que el intestino de los niños nacidos por un parto normal es más rico en bacterias como Bacteroidetes y Bifidobacterium (que son útiles en la digestión) y es mucho más difícil que sea colonizado por Clostridium difficile que puede generar una infección del colon. Mientras que los niños nacidos por cesárea,